sábado, 17 de enero de 2015

"Capítulo 20".

                                            Amor En El Más Allá. 

Cuenta Carina...

Mi peor pesadilla se había vuelto realidad. Sebastián no podía verme.


—Voy a llamar al doctor. -dijo, Sol.


Sol salió en busca del doctor y Sebastián se agarró la cabeza.

—Sé que estás acá. -dijo, Sebastián. Te siento, Carina.

—Sí, acá estoy. -dije y me puse a su lado.
—No quiero que estés mal, quiero que seas fuerte y que tengas paciencia. -dijo. Y si te hago falta recordá los momentos divertidos que pasamos... Carinita. 

Reí.


—Ahora quiero que vayas a averiguar más cosas sobre Alejandro.

—Hola... -dijo, el doctor ingresando por la puerta.

Me fui dejando a Sebastián en buenas manos. Cuando llegué a la oficina de Alejandro él no estaba ahí, fui al salón y lo vi sacándole fotos a Natalia, entonces recordé algo.


Flashback.


Creo que yo estaba en el suelo mientras Alejandro me sacaba unas fotos, pero no eran fotos normales... me tomaba cada parte de mi cuerpo.


Fin del flashblack.


¿Qué significaba eso? ¿Por qué recordé eso?


—Listo, por hoy terminamos. -dijo, Alejandro. Ya podes irte.

—¿No querés que te espere? -preguntó, Natalia. 
—No... no... -respondió, algo nervioso. Anda a tu casa, cambiate que yo después te mando un mensaje.
—Okey, nos vemos a la noche. -sonrió y se fue.
—Vos querés la herencia, ¿no? -pregunté. ¡Lo único que te importa es el dinero!

Y en ese momento recordé.


Flashblack. 


—¿Así que heredas dinero? -preguntó, Alejandro.

—Sí, dentro de un mes me dan los quince mil. -respondí.
—¿Y dónde te ves vos dentro de un mes?
—En una playa... tranquila, escuchando el sonido de las olas. -respondí.
—¿Y en la playa estás vos sola o hay alguien acompañándote? -preguntó. 
—Eso lo veremos. -sonreí.

Fin del flashblack. 


Alejandro estaba haciendo lo mismo con Natalia, ¿por qué lo hacía? Sebastián te necesito tanto. Volví a la clínica y lo vi completamente dormido.


—Cari... -dijo, Sebastián dormido.

—¿Si? -susurré. Yo estoy acá. -tomé su mano.
—Te... amo. -me dijo.

Esto no puede estar pasando, no me puedo enamorar de alguien que está vivo, ¿por qué Sebastián no apareció antes en mi vida? ¿Por qué?

Los dos sentimos cosas pero no podemos estar juntos, es un amor imposible.
Entonces, suspiré y deposité un beso en su frente... pero sin antes decir:

—Yo también te amo.


                                                       Continuará...






"Capítulo 19".

                                                     Amor En El Más Allá. 

—Seba... -dijo, Carina. Sebi...
—Mmm, ¿qué? -dije, algo dormido.
—Ya es de día.
—Que bien. -dije y la abracé más fuerte.
—Me estás apretando mucho.
—Perdón. ¿Cómo dormiste? -pregunté. 

«Muy bien, en tus brazos se duerme genial». Pensó, Carina.

—Bien... cómoda. -respondió. 

Sonreí y me acordé lo que había hecho.

—¿Por qué sonreís? -preguntó, Carina.
—Por nada. ¿Adónde querés ir? -pregunté. 
—No sé pero es mejor que salgamos, si nos quedamos acá no sé lo que puede llegar a pasar. -dijo.
—¿Qué pensás que puede pasar?

Ella me miró y no dijo nada.

—Vayamos a caminar por ahí. Después vayamos a la clínica. -dijo.

Nos fuimos caminando hasta llegar a una plaza con flores; yo miré a Carina y la empujé... algo fuerte que hizo que se cayera.

—Sos un tarado. -exclamó, Carina. 
—Perdón no quería hacerte caer. -reí.
—Ah, ¿encima te reís? -preguntó. 

Carina me agarró del brazo y me tiró junto a ella.

—¿Te puedo preguntar algo? -preguntó, Carina.
—Sí... nunca me comí a nadie. -respondí. 
—Mejor deja. -rió.
—No, ahora decime.
—Era una pavada.
—Me parece que vos vas a ser la primer persona que me coma.

Nos miramos y le mordí un poco el hombro.



—Basta, basta. -rió. Creo que es hora de ir a la clínica. 
—Vamos.

Y eso hicimos y al llegar escuchamos que el doctor decía que iba a despertar pronto. 

—Sebastián... -dijo, Carina con los ojos llenos de lágrimas. 
—¿Qué pasa, bonita? -pregunté. 
—No quiero que despiertes. No quiero estar sola.
—Sh, yo te prometí que no te iba a dejar sola. Y si yo cuando despierte no puedo verte voy a hacer hasta lo imposible para hacerlo. -dije y deposité un beso en su frente.
—¿Qué te pasa? -preguntó, Carina.
—¿Con qué? -pregunté. 
—Estás brillando.

Miré mis manos y Carina tenía razón, estaba brillando. Me vi a mí en la camilla y me di cuenta que estaba empezando a reaccionar.

—Estoy despertando. -dije.
—Te quiero. -dijo, Carina.
—Y yo te a...

No pude terminar la frase ya que algo me metió dentro de mi cuerpo.

«Ahora tenía que seguir, ¿pero cómo? Iba a estar sola... pero después recordaba lo que me había prometido Sebastián y me daba un poco de paz. Estar con Sebastián era tan divertido, hasta en los momentos más difíciles era capaz de sacarte una sonrisa.
Muy bien, Carina te enamoraste de Sebastián». Pensó, ella.

—¡Seba! -dijo, Sol. ¿Cómo te sentís? ¿Te duele algo? -preguntó. 

Al abrir mis ojos vi a mi hermana preguntándome millones de cosas, per después de unos segundos empecé a buscar a Carina por toda la habitación pero ella no estaba. Yo sé lo prometí a ella e iba a volver a verla, sea como sea lo iba a lograr.

                                              Continuará... 

"Capítulo 18".

                                                     Amor En El Más Allá.

Carina me abrazó y de repente aparecimos en ese lugar oscuro.

—¿Estás bien? -pregunté.
—Sí. -respondió.
—Por favor, sé fuerte. -escuchamos.
—Es la voz de mi mamá. -dijo, Carina.

Algo iluminó nuestros ojos y vimos hacia adelante. Era la luz.

—¿Para quién es? -preguntó. 
—No sé... pero yo no voy a ir. -dije.
—Yo tampoco. -dijo y me dio la mano.

Cuenta el narrador...

—Sí, dentro de unos meses heredo por parte de mi papá. -dijo, Natalia.
—¿En serio? -preguntó, Alejandro. ¿Cuánto?
—Cuarenta mil. -sonríe.
—Es mucho dinero.
—Sí... mucho dinero para que lo gaste una sola persona. -exclamó, Natalia.
—Me gusta tu actitud. -sonrió y miró su reloj. Creo que es hora de que sigas trabajando.
—Está bien, nos vemos más tarde. -dijo y se fue. 
—Estúpida. -dijo, Alejandro. 

Cuenta Sebastián...

Estuvimos unos largos minutos en ese lugar, hasta que por fin pudimos salir.

—No entiendo como podes escuchar la voz de tu mamá en ese lugar... no entiendo. -dije.

«Vi como una pareja discutía y en ese momento recordé algo.

—¡Sos una basura, Alejandro! -dije, llorando. 
—Para, Carina yo puedo explicarte. -dijo, Alejandro. 
—¡No me expliques nada, no quiero escucharte! Vos me usaste, me usaste como lo hiciste con la chica anterior. -me di vuelta para irme. 
—No me dejas opción. -dijo.» Recordó, Carina.

—Sebastián. -dijo.
—¿Qué? -pregunté. 
—Recordé otra cosa. -respondió. 

Tomó mi mano y me mostró. "No me dejas opción" esa frase quedó rondando en mi cabeza horas y horas. Ya en mi casa, me senté en mi cama y observé a Carina.

—¿Qué pasa? -preguntó. 
—Nada... me acordé lo que pensé la primera vez que te vi. -contesté. 
—¿Qué pensaste? -preguntó, sonriendo.
—Pensé que eras un ángel caído del cielo. -sonreí.
—Que exagerado. -rió.
—No soy exagerado. -reí. Pensé que eras un ángel en serio, ¿y vos?
—¿Yo qué? 
—¿Qué pensaste la primera vez que me viste? -pregunté. 
—¿En serio querés saber? -sonrió.
—Sí. -sonreí.
—Bueno. -suspiró. ¿Este morocho me va a ayudar a entender todo? Eso fue lo que pensé.
—¿Morocho? -reí.
—Sí. -rió.

Carina se sentó a mi lado y me miró con su hermosa sonrisa.

—¿No te gusta que te digan Morocho? -preguntó. 
—Algunas personas me decían Morocho pero... me gusta mucho que vos me lo digas. -respondí. Decime una cosa... -la tomé por la cintura. ¿Qué estás pensando ahora? O mejor, ¿qué querés que haga ahora?
—¿La verdad querés saber? -preguntó, Carina.
—Sí. -dije.
—Creo que vos lo sabés muy bien.

Me acerqué para besarla pero ella me interrumpió. 

—No, no, Sebastián no. -dijo, levantándose de la cama. Esto está mal.
—Sí... sí, está mal. -suspiré.
—Mejor descansa. -dijo, cambiando de tema.
—Bueno... vení, acostate.
—¿Me estás cargando? -preguntó.
—No, vení, vení... ponemos una almohada en el medio. -dije.
—No.
—No ronco, ni pego patada. Te prometo que no hago nada, además mira si te agarra uno de esos ataques mientras yo duermo... no te voy a poder cuidar.
—Está bien. -contestó. Pero deja de molestar.
—Oka.

Ella se acostó al lado mío y yo me quedé observandola.



—Basta, Sebastián. -dijo.
—No hice nada.
—Me estás mirando, basta.
—Perdón. -dije.

Esperé unos minutos y me hice el dormido, me moví un poco y la abracé... Ella en ningún momento se quejó, entonces abrí mis ojos y vi que estaba dormida.



«Sin darme cuenta me quedé dormida, unas horas después me desperté y vi que estaba en los brazos de Sebastián. ¿Cuándo pasó eso? Traté te moverme un poco pero Sebastián me abrazó más a él, yo sonreí... me gusta esto».

                                                                 Continuará...



viernes, 16 de enero de 2015

"Capítulo 17".

                                                  Amor En El Más Allá.

—Eh... me despido de mi mamá y vamos al hospital, ¿si? -preguntó, Carina.
—Sí. -respondí.
—Seba... -dijo.
—Es la primera vez que me decís Seba. -sonreí. ¿Qué?
—Me tenés que soltar. -dijo.
—Sí, sí. Anda. -dije.
—¿Me soltas? -preguntó, sonriendo.

Solté a Carina y ella se levantó, yo hice lo mismo y esperé a que salga de su casa.
¿Era verdad? ¿Carina estaba sintiendo algo por mí? Creo que voy a tener que aprovechar estar en coma.

—Ya estoy. ¿Vamos? -preguntó, Carina sacándome de mis pensamientos. 
—Sí. -dije.
—¿En qué pensabas?
—En nada. -contesté. 

Ambos pensamos en el hospital y fuimos.

—Eso es todo lo que pasó hoy. -dijo, Sol. Espero que te pongas bien pronto.

Mi hermana tocó mi mano y yo sentí eso.

—¿Qué pasa? -preguntó, Carina.
—Lo sentí. -dije. Sentí cuando tomaba mi mano.
—¿Estás seguro?
—Sí. -dije y cerré mi puño.
—¡Doctor! -dijo, mi hermana. ¡Doctor!
—¿Qué pasó? -preguntó, el doctor.
—Apretó mi mano. ¡Apretó mi mano! -dijo, feliz.
—Eso es una señal de que va a despertar pronto. -sonrió.
—¿Y va a ser el mismo de siempre? -preguntó, Sol.
—Sí, pero...
—¿Pero?
—No sabemos si va a seguir teniendo su don...

Carina y yo nos miramos.

—¿Eso significa que hay posibilidades de que no me puedas ver cuando despiertes? -preguntó, Carina.
—Ojalá que siga teniendo el don. -dije. Ey.
—¿Qué? -dijo, triste.

Me acerqué a ella y tomé su rostro.




—Estoy seguro de que cuando despierte voy a seguir teniendo mi don. -dije.
—¿Y si no? -preguntó. Sebastián vos sos la única persona que conozco. -dijo, dejando caer unas lágrimas.
—No llores. -sequé sus lágrimas. No me gusta verte llorar. Yo te prometo, ey mirame; yo prometo que no voy a perder mi don. ¿Si? No llores más.
—Está bien. -dijo.
—¿Qué te parece si seguimos disfrutando del día? -pregunté. 
—No tengo muchas ganas. -respondió, Carina.
—Ey, no quiero que estés mal. -dije. Salgamos.

Tomé su mano y nos fuimos caminando hasta llegar a una plaza. Ninguno habló durante el camino y Carina no había hablado ni sonreído en ningún momento. 

—Quiero que juguemos a algo. -dije.
—¿A qué? -preguntó, Carina.
—A una guerra de cosquillas.

La tomé por la cintura, la levanté un poco del suelo, la acosté en el pasto y le empecé a hacer cosquillas.

—¡No, no, basta! -rió. ¡Sebastián, basta por favor! -pidió. ¡Sebi para! -dijo, riendo.
—Es la primera vez que me decís Sebi. -sonrío.
—Me gusta Sebi. -sonríe. Es tierno. -ríe.
—Y a mi me gusta Carinita. -dije, riendo.
—Basta, tonto.

Dijo y se subió arriba mío haciéndome cosquillas.

—Basta, basta. -dije, riendo. Para, Carinita. -reí.

Agarré sus manos, me di vuelta dejando a Carina debajo mío y la apoyé sobre una roca. Sin soltarle las manos las dejé al lado de su cabeza y cuando estiró su cuello le di un beso tratando de hacerle cosquillas. 





—Basta, Sebi. -dijo, riendo. Por favor.
—¿Paro? Paro. -dije, sin salir de encima de ella.
—¿Te vas a quedar ahí o qué? -preguntó. 
—¿Si me quedo no me retas? -dije y sonreí.
—No. -sonríe.
—Eso quería yo, una sonrisa.
—Gracias por hacer esto, gracias por sacarme siempre una sonrisa.
—No es nada, con dos pases mágicos te saco una sonrisa.
—¿Con dos pases dijiste? -preguntó. ¿Cuál es el segundo pase? -se sentó.
—¿Querés saber? -pregunté. 
—Si no es molestia.

Tome su rostro con sus manos y me acerqué a sus labios.

—¿Estás segura?
—Muy segura. -sonrió. 


Lentamente me acerqué a sus labios y cuando iba a besarla algo nos interrumpió. Otra vez estaba perdiendo el color.



—Otra vez no. -dijo, Carina.
—Tranquila. -dije. 
—Tengo miedo. 
—No va a pasarte nada. Yo estoy con vos. -le dije.
—Me duele de nuevo el pecho. -dijo. Hace algo por favor.
—Yo voy a ir con vos. -dije y tomé sus manos. No tengas miedo.

Ella me miró y me abrazó.


—Tranquila. -dije. Nada va a pasarte.
—¿Cómo sabés? -preguntó, Carina.

Tomé su rostro y la miré a los ojos.


—Porque yo no voy a dejar que nada malo te pase. -dije.

                                                    Continuará...




jueves, 15 de enero de 2015

"Capítulo 16".

                                                Amor En El Más Allá.

Me quedé observandola por unos segundos y después hablé. 

—Claro que acepto. -sonrío.
—¿Sabés qué quiero hacer? -preguntó, Carina.
—¿Qué?
—Quiero que juguemos a la mancha. -ríe. ¡Mancha!

Me tocó el hombro y salió corriendo. Yo reí y fui tras ella, empecé a correr y correr hasta llegar a ella y tocarle el hombro. Yo empecé a correr y cuando miré para atrás Carina no estaba, empecé a buscarla y de golpe apareció frente a mí haciéndome asustar.
Yo la agarré por la cintura para no caerme pero fue imposible, así que caímos los dos en el pasto; al levantar mi vista me encontré con sus hermosos ojos mirándome. Nos reímos y nos sentamos sin alejarnos.

—Te manchaste acá. -dijo, poniendo su dedo en mi barbilla.
—Y vos acá. -dije, haciendo lo mismo. 



—Sebastián... -dijo.
—¿Qué? -pregunté. 
—Besame.

¿Qué? ¿Había escuchado bien? ¿Quería que la bese? 

—¿Qué? -pregunté, asombrado.
—¡Llevame! -dijo, algo nerviosa. Que me lleves a... a...
—¿A? -dije, sonriendo.
—¿Por qué sonreís? -preguntó. 
—Por nada. -respondí. ¿Adónde querés que te lleve?
—A mi casa. -dijo.
—Pero ya estamos en tu casa. -reí.
—Ah... sí, sí claro...

«¡Carina basta, te estás corportando como una imbécil frente a Sebastián!». Dijo Carina para sus adentros.

—Eh... ignora lo que dije. -dijo, Carina.
—¿Te puedo hacer una pregunta?
—Sí.
—¿Por qué te pusiste tensa? -pregunté. 
—Por... porque...
—¡Tortolitos! -escuchamos.

Al darnos vuelta vimos a un espíritu viéndonos.

—Sería mejor que te vayas. -dije.
—Perdón, arruiné el momento. -dijo, el espíritu.
—Ey, yo te conozco. -dijo, Carina. ¿Cómo te llamas?
—Alcides, pero me dicen Maquina. -contestó.
—¿Vos no eras el cartero? -preguntó, Carina.
—¡Sí! Vos sos Carina, ¿no?
—Sí, sí. ¿Qué te pasó?
—Iba con la bicicleta tranquilo, no miré la calle y me chocó un camión de mudanzas.
—Yo vi hace un tiempo en el noticiero que hubo un accidente entre un cartero y un camión de mudanzas... -dije. ¡El de los Colucci!
—Ese mismo. -dijo, Máquina. ¿Vos quién sos?
—Sebastián, un amigo de Carina. -dije.
—¡Alcides! -escuchamos.
—Me encontraron. -dijo, Máquina. ¿Si, Emilio?
—Te dije que te quedes dentro de la casa. -dijo, Emilio. Perdón que los interrumpa. -nos dijo.
—Bueno, Cari un gusto en verte, Sebastián un gusto.
—Igualmente, Máquina. -dijo, Carina.

Antes de irse, Emilio dijo:

—Hacen una linda pareja.

Y se fue. 

—Sebastián... -dijo, Carina.
—¿Si? -pregunté. 
—Desde que nos caímos no quitaste tu mano de mi cintura. -respondió. 
—¿Está mal?
—No... está bien.

Y ambos sonreímos.

                                                  Continuará...                  






miércoles, 14 de enero de 2015

"Capítulo 15".

                                              Amor En El Más Allá. 

—¿Estás segura? -pregunté.
—Sí, tuve un recuerdo, estaba con mi mamá. -dijo.
—Está bien, vamos... pero vayamos en la camioneta de Alejandro, capaz que alguien lo llama y tenemos otra pista. -dije.

Ya en el auto, Alejandro llamó a alguien. 

—Estoy en camino. -dijo. (...) ¿Más dinero? ¿Para qué? (...) yo te di lo que pediste (..) de ninguna manera (...) no, no hables (...) está bien, cuando llego te doy la plata (...) -corta.

Al llegar, bajamos y buscamos la casa.

—Es esta. -dijo, Carina.
—¿Estás segura? -pregunté. 
—Sí. -respondió. 

Nos acercamos a la puerta y nos miramos.

—¿Lista? -pregunté. 
—Lista. -dijo. 

Atravesamos la puerta y avanzamos. Fuimos a la cocina y vimos a una mujer dada vuelta.

—¿Mamá? -preguntó, Carina.

La mujer se dio vuelta, caminó hacia nosotros y al atravesar a Carina se detuvo, miró hacia atrás y después de unos segundos siguió su camino.

—Linda casa. -dije.
—Gracias. -dijo, Carina. ¿No te molesta si voy con mi mamá?
—No, no, anda. -respondí. Yo voy con Alejandro.

Cuando salí de la casa me dirigí hacia el auto de Alejandro.

—¿Para qué queres esa plata, Ivana? -preguntó, Alejandro.
—Con lo poco que me diste no me alcanza ni para irme a Mar Del Plata, Alejandro. -dijo, Ivana. Dame la parte del dinero que me pertenece.
—¿Y si no quiero? -preguntó.
—Voy a hablar. -respondió.
—Si vos hablas también caes, Ivana. -dijo, Alejandro.
—No, yo no. Yo puedo ser una simple testigo que vio como un hombre ent...
—¿Cuánto querés? -interrumpió.
—Doce mil.
—¿Qué? Ivana eso es más de la mitad.
—Vos vas a hacer lo mismo con esta nueva chica, Alejandro.
—Sí pero no voy a hacer lo mismo que hice con Carina. Lo que me pasó con Carina fue un...
—Un accidente. -interrumpió, Ivana. Ya sé, me lo dijiste.
—Anda al banco y saca lo que quieras. -dijo, Alejandro.
—Gracias.
—¿Para qué necesitas la plata? -preguntó, Alejandro.
—Voy a comprar un pasaje para irme al Caribe. Cualquier cosa me llamas, ¿si?
—Okey, que andes bien.
—Lo mismo digo. -sonríe. Cuidate.

Alejandro se bajó del auto y se subió a su camioneta.

—Sebastián. -dijo, Carina.
—¿Si? -pregunté.
—¿Todo bien? ¿Pasó algo?
—No, no pasó nada. Solamente me quedé pensando en algo que dijo Alejandro.
—¿Qué dijo? -preguntó, Carina.
—Algo sobre un accidente que tuvo con vos. -respondí.
—¿Accidente?
—Sí, no dijo cual pero fue muy raro de la manera en que lo dijo... lo notaba nervioso.
—Cuando despiertes vamos a ir de nuevo a la oficina de él. -dijo, Carina.
—Está bien, ¿te sentís bien?
—Sí, es que... extrañaba a mi mamá. -sonríe.
—Cuando despierte si queres vengo y te comunicas con ella a través mío, ¿si?
—Sí... gracias por lo que haces por mí.
—Yo quiero lo mejor para vos. -dije.
—Tengo una idea. -sonríe.
—¿Cuál? -pregunté.
—¿Qué te parece si nos damos un tiempo y disfrutamos este hermoso día? -preguntó.

Carina sonrió y se acercó más a mí.

—¿Qué decís? ¿Aceptas? -preguntó.

                          Continuará...




domingo, 11 de enero de 2015

"Capítulo 14".

                                                 Amor En El Más Allá.

— ¿Estás bien? -pregunté.
—Sí. -respondió. Gracias, gracias. -repitió una y otra vez.
—Sh, tranquila. -dije, acariciando su cabeza.

Ella dejó de abrazarme y me miró. Yo sequé sus lágrimas.





—¿Estás mejor? 

Ella solo movió su cabeza. 

—Vení, vamos a la clínica. -dije.

Ambos cerramos los ojos y nos fuimos. Al llegar estaba Sol hablando con un doctor. 

—¿Cuándo va a poder despertar? -preguntó, Sol.
—No sabemos, tiene que tener paciencia. -respondió, el doctor. 
—Una pregunta, mi hermano tiene un... algo que pocas personas tienen. ¿Lo podría perder?

Cuando se despierte vamos a saber, el golpe en la cabeza fue muy fuerte. Tiene suerte de estar vivo, pero... hay posibilidades de que lo pierda.
—¿Podes perder tu don? -preguntó, Carina.
—No... no sé. -respondí.
—Yo me voy. -dijo.
—¿Qué? -pregunté. ¿Adónde vas?
—Quiero estar sola... después voy con Alejandro.
—Está bien... yo voy a estar acá. -dije.

«No podía estar pasándome esto, Sebastián podía dejar de verme, ¿cómo iba a seguir yo? Sin Sebastián, sin sus ayudas, sin sus consejos». Pensó, Carina.

—Seguro que en este momento estás con Carina. -dijo, mi hermana tomándome la mano.

Me conocía tan bien.

—No sé como voy a decirte que hay posibilidades de que pierdas tu don. -dijo, Sol.

No podía estar pasándome esto. ¿Perder mi don? Eso significaba que dejaría de ver a Carina... Dios, esto es tan complicado. Cerré mis ojos y fui a la oficina de Alejandro; al llegar vi a Carina viendo unos cuadros que estaban colgados antes de llegar a la oficina.

—¿Estás bien? -pregunté. 
—Sí... vine acá porque me llaman la atención estos cuadros. -respondió, Carina.
—¿Para qué querés esa dirección? -preguntó, Alejandro.

Los dos nos miramos y fuimos a la oficina.

—Está bien. Anda a la avenida Libertador, te espero ahí. -dijo y cortó. 
—Avenida Libertador... ¿Por qué me suena ese lugar?

«Al cerrar mis ojos se me vino un recuerdo a la mente. Estaba yo de chiquita con mi mamá, jugando en el patio de mi casa.

—No me vas a atrapar. -decía, yo.

Me di vuelta y mi mamá ya no estaba.

—¿Mami? -preguntaba.
—¡Te atrapé! -decía, mi mamá mientras me hacía cosquillas. 
—No, no, cosquillas no. -decía y reía. Te amo, mami.
—Yo te amo más, mi amor.

Y mi mamá finalmente me daba un abrazo».

—Sebastián... -dijo. Ahí...
—¿Ahí qué? -pregunté. 
—Ahí vivía yo. -respondió.

                                                    Continuará...